Ki Tetze
La Torá advierte contra ciertas relaciones inmorales, contra la usura y contra la emisión de un juramento. Se legislan las leyes de divorcio y de segundas nupcias. Un hombre estará exento del servicio militar durante su primer año de casado. Se enseña la pena por secuestro. Es un precepto positivo pagar al trabajador en el día, proteger a conversos, huérfanos y viudas, no maltratar a un buey cuando trabaje permitiendo que se alimente. Un hombre contraerá matrimonio con la viuda de su hermano que murió sin dejar hijos, pero tiene la opción de negarse a hacerlo. Las medidas de peso deben ser exactas y se debe negociar con honestidad. La perashá finaliza con la ley de borrar todo vestigio de Amalek, el pueblo que simboliza la maldad, que sin motivos ataco a Israel en su salida de Egipto, asesinando a los cansados y rezagados en la retaguardia.
LA CUALIDAD DE LA GRATITUD
Los comentaristas encuentran desconcertante la combinación de ambas razones para prohibir a estas naciones que sean jamás parte del pueblo judío.
¿Por qué la Torá nombra primero la aparentemente menor de ambas maldades? Más aún, ¿cómo puede la Torá hacer responsables a Amón y Moab por no extender su tierra y su hospitalidad al pueblo de Israel que era, en ese momento, su archienemigo?
Para comprender la severidad de la acción de Amón y Moab, el Ramban señala, uno debe recordar que ellos tenían una enorme deuda de gratitud con la nación judía. Sólo por el mérito de Abraham Abinu (nuestro Patriarca) fue que Lot y sus dos hijas -las madres de Amón y Moab- escaparon de la destrucción total de Sodoma y Gomorra. Amón y Moab le debían su misma existencia a nuestro Patriarca Abraham y, por consiguiente, a sus descendientes.
Amón y Moab estaban obligados a reconocer y a apreciar su legado. Al no mostrar la más básica decencia de proveer de pan y agua a hombres, mujeres y niños hambrientos, un pueblo al que le debían la vida, revelaron su esencia; eran unos consumados ingratos.
Ese rasgo de carácter de la ingratitud debe ser rechazado y nunca integrado dentro del pueblo judío.
El odio, incluso los intentos de aniquilación pueden eventualmente ser erradicados. Pero la ingratitud es una falla de carácter de la gente perversa que raramente puede ser alterada.
Cuando Abraham Abinu estaba forjando el destino del pueblo judío, él envió a su emisario Eliezer a su propia familia para encontrar la pareja apropiada para su hijo, Itzjak. La razón, explican los Sabios, es porque las buenas cualidades, el buen carácter es heredado a través de la familia.
Dada la correcta atmósfera y educación, los errores filosóficos y la falta de compromiso, pueden ser revertidos. Sin embargo, las buenas cualidades, tales como hakarat hatob -el reconocimiento de las bondades y favores que a uno le hicieron- son parte integral del alma.
En preparación para las Solemnes Fiestas, tratemos de desarrollar esta destacada cualidad de la gratitud que nos acercará más a nuestro prójimo y a Hashem.
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