VIDRIO Y ESPEJO
Un cuento jasídico nos cuenta que un jasid - un hombre piadoso - vino a su Rebe para preguntar, para qué servían los espejos en la entrada del Mishkan, y al mismo tiempo pedirle, que invoque la bendición de Dios para él y su familia.
El Rebe le dijo que antes de rogar por la bendición divina, tendrá que estudiar y aprender algo.
"Jankele" - dijo el Rebe, - "pasa al lado de la ventana y mira afuera".
El jasid hizo lo que el Rebe le ordenó. Al pasar algunos minutos mirando para afuera, le dijo el Rebe:
"Jankele, cuéntame ¿qué ves?"
"Veo a mucha gente, hombres, mujeres y niños, algunos bien vestidos, otros en harapos. Algunos están conversando, otros venden sus mercaderías, hay varias personas que hacen compras. Se desarrolla tranquilamente la vida cotidiana".
Entonces le dijo el Rebe: - "Jankele, ven acá al lado del escritorio. Allí hay un espejo. Ponte frente a él y cuéntame, ¿qué ves?"
"Lo único que veo es a mi mismo."
"Esta es la lección" - dijo el Rebe. - "Me gustaría que la aprendieras. La diferencia entre el vidrio y el espejo es: el vidrio deja ver a la gente, el espejo sólo a tí mismo. Quien mira sólo a sí mismo, piensa siempre en sí mismo, en sus problemas; quien mira tras el vidrio, nota y percibe los problemas de los demás. Aprende a desprenderte de tu espejo y mira lo que pasa en el mundo. Participa en la solución de los problemas de los demás, merecerás y recibirás la bendición de Dios y tendrás una vida digna y dignificada, por la cual le rogaría a Dios para ti" - terminó él.
1 comentario:
Que verdadero, más en los tiempos que corren!, en nuestras casas deberíamos poner mas vidrios y menos espejos, eso nos ayudaría a ver un poco mas el afuera.
Saludos desde aquí para allí.
Sandra
Buenos Aires
Argentina.
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