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domingo, 13 de julio de 2008

EL ALMA NO TIENE EDAD por Rav Michael Laitman


Esta época, en que se pone en tela de juicio el sistema educativo por su incapacidad para formar adultos maduros y seguros, es el momento propicio para que las escuelas consideren el estudio de la sabiduría ancestral de la Cabalá.

“Si mi generación hubiera escuchado mi voz, se habría iniciado el estudio del Libro del Zohar a la edad de nueve años”.
- Rabí Isaac de Kamarna,Notzer Jesed


Una transformación real y duradera en el sistema educativo requiere de planes de cara a las próximas dos generaciones, empezando por explicar a los jóvenes cuál es el significado de la vida.


Como científico y cabalista, habiendo estudiado y enseñado la Cabalá durante los últimos treinta años, estoy convencido que los retos que enfrenta el sistema educativo pueden solucionarse de manera efectiva. La alternativa está frente a nuestros ojos.

El poder de la educación


La finalidad de la educación no es saturar el cerebro de los niños con conocimientos e información. La enseñanza debería ponerlos en contacto con el proceso especial que llamamos “vida”. ¿Para qué vivimos? ¿Cómo y por qué ocurren las cosas? ¿Exíste o no el libre albedrío? Las respuestas deberían encontrarse dentro del proceso educativo de nuestra juventud.


Poner a disposición de nuestros hijos herramientas prácticas para enfrentar la realidad cotidiana, implica ilustrarlos sobre las leyes que rigen la naturaleza.


Nada fue creado sin un objetivo preciso. Todo tiene una razón de ser. ¿Es lógico pensar que los seres humanos, la cumbre de la Creación, fueron creados sin propósito alguno? Por supuesto que no. El único problema es que lo desconocemos.


Si explicamos a nuestros jóvenes el Propósito de la Creación, cambiará su actitud hacia la vida. Comprenderán que si contravienen los designios de la naturaleza sufrirán. Por ejemplo, la Cabalá nos explica que además de las leyes que ya conocemos -como las consecuencias de poner la mano al fuego-, hay otras aún desapercibidas, pero que nos afectan, y tenemos la capacidad de descubrirlas. ¿No convendría, entonces, enseñar a los pequeños aquello que les garantizará un futuro mejor?

Antídoto contra las drogas y el alcohol


La Cabalá explica que cada generación es más evolucionada que la anterior, tiene otros deseos, sueños, aspiraciones más altas, un nivel de egoísmo más elevado que el de sus padres. Los intereses del pasado parecen vacíos y sin sentido puesto que ya no satisfacen las necesidades actuales de la juventud. Por eso, rechazan la educación tradicional y muestran desinterés por la vida.


Tenemos que conocer el proceso y aprender a manejarlo. Sólo adaptando nuestro sistema educativo al nivel de la evolución (egoísmo) de nuestros hijos tendremos la posibilidad de transformar el deterioro de la juventud contemporánea.

Cabalá para los niños


El mensaje de la sabiduría de la Cabalá debe adaptarse a cada generación por medio de juegos e historias. Si explicamos a los niños cómo funcionan las cosas por debajo de la superficie, sentirán que se les revelan nuevos canales y alternativas en la vida. La verán desde un nivel ligeramente más profundo, captando el mensaje natural y fácilmente.


No es difícil explicar que hay algo oculto a nuestros sentidos, fuerzas más sutiles en nuestro mundo que las que percibimos que debemos tomar en cuenta; hileras inherentes en la naturaleza, las cuales los adultos nos hemos acostumbrado a pasar por alto.


Los pequeños continuarán con su vida cotidiana, excepto que ya sabrán que hay un orden sistemático más elevado que les dará una riqueza de conciencia más amplia para contemplar la vida. Ya no se sentirán frustrados y desorientados, no necesitarán de estrellas del pop como modelos de conducta, si no que crecerán encontrando sus propios senderos en busca de la plenitud.

Una experiencia personal


Los cabalistas a través de los tiempos nos han dado instrucciones para enseñar la Cabalá a los niños, quienes la entienden con más facilidad que nosotros. Por experiencia propia, en 1979, cuando empecé a estudiar con mi maestro, Rabí Baruj Ashlag (Rabash), traté de explicar lo que aprendía a mi hijo de siete años. Me sorprendió constatar que captaba casi sin esfuerzo. Me hacía preguntas sobre cosas que yo ni siquiera había notado. Ahora que ya es un adulto, con familia propia, conserva esa forma de vivir que recibió en aquel entonces.


Lo mismo sucedió con mis dos hijas. De hecho, los pequeños naturalmente presienten que la vida no empieza o se termina en nuestra existencia física actual. Tienen la sensación de que hay algo más allá.


El alma no tiene edad, y la única manera de corregirla: mediante el estudio de los libros auténticos de Cabalá. Las fuerzas espirituales ocultas en los textos guían nuestra alma hacia un estado perfecto. Aunque a veces los libros parezcan a algunos adultos difíciles de comprender, los niños no se desaniman; absorben el conocimiento natural y directamente.


Hay un inmenso poder en esta sabiduría. Y desde el momento en que uno la estudia, este poder se hace presente para transformar y mejorar nuestra existencia.


Necesitamos dar a nuestros hijos un “boleto para la vida”, y la Cabalá nos puede ayudar. Cuando ellos comprendan los procesos que van experimentando, cambiarán muchas cosas en su vida para bien. Descubrirán un nuevo mundo, una nueva dimensión de su existencia, por encima de la parte física, y crecerán en un ambiente de confianza y amor. Estoy convencido que si lo hacemos alcanzaremos nuestro propósito de hacerlos felices.

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