UNA BIBLIA JUDÍA EN LA GALIZA DEL SIGLO XV por Carlos Barros de la Universidad de Santiago de Compostela.
Dijeron de él los contemporáneos: “Un gran calígrafo, su nombre es gran en Israel, el santo rabino...”; este manuscrito su “... no fue hecho por un hombre, sino por el Ángel de Dios, un perfecto sabio, piadoso y santo...”.Vivió Moisés, con su familia, en A Coruña, por cuenta de su patrón, diez largos meses escribiendo dos folios diarios, en letra cursiva cuadrada serfardí, con tinta castaña, a dos columnas, en unas páginas de 300 por 235 milímetros. Moisés contrató para ilustrar los márgenes, el espacio entre las columnas y las letras capitular, así como para intercalar páginas maravillosamente dibujadas, a un artista iluminador de manuscritos que dejó a su propia firma, “Yo, Joseph Ibn Hayyim, iluminé y completé este libro”, con unas enormes letras que llenan toda una página y representan figuras de hombres y mujeres en cueros, animales, seres fabulosos... A veces Joseph pinta el acontecimiento bíblico que se relata en esa página, otras bellas formas geométricas de estilo mudéjar, aquellas otras dibuja los judíos con el típico gorro bicudo, semejando una boina paisana. La compenetración entre el calígrafo y el iluminador fue total, ambos exhiben nombres bíblicos, como era habitual entre los judíos medievales, el que los lleva a mutuos obsequios: Moisés busca destacar los hechos que conciernen a José, hijo de Jacob, y, por su parte, Joseph decora con especial primor el Salmo 90, la oración a Moisés. Resulta una obra original y hermosa. Por ejemplo, las pinturas del rey David sentado en su trueno, Jonás tragado por el pescado o el astrólogo Balaam consultando el astrolabio. Obra que tiene además autores conocidos, artistas que pusieron interés en dejar sus nombres escritos para la memoria futura, para nosotros.Damos por seguro que la Biblia coruñesa marchó de Galiza después de 1492. Puede que la llevara con él aquel Isaac que abandonó clandestinamente A Coruña, cara a África, en 1493, con “monedas y oro y plata y otras cosas de valor”. Y puede que no, pues el nombre del patriarca Isaac era de aquel bien común, y no se puede descartar que hubiese más de uno en A Coruña, aunque el dueño de esta Biblia excepcional se tenía por único y había ordenado hacer una caja con una llave para transportar su tesoro, donde grabó en hebreo una sola palabra: “Isaac”. No sabemos nada del itinerario de la Biblia de A Coruña en la diáspora sefardí hasta año de 1771, en que fue comprada en Inglaterra por iniciativa del hebreísta, bibliotecario y párroco de Oxford, Benjamín Kennicott, que le dio su nombre, aunque a nosotros nos gustaría que se recuperase sus nombres históricos originales y fuese conocida en el futuro como la Biblia de Isaac, hijo de Salomón, Moisés Ibn Zabarah y Joseph Ibn Hayyim, o Biblia de A Coruña, o Biblia hebrea de Galiza. Es por eso, para recuperar nuestra historia, que se lo contamos a ustedes, para que a su vez se lo cuenten “a sus hijos y a los hijos de sus hijos a través de todas las generaciones, como está escrito” como quería Moisés, nuestro artista calígrafo.
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