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martes, 4 de septiembre de 2007

RESPUESTA AL RAV SHMUEL LEVIN (por una opinión suya publicada en el medio Iton Gadol) por Mario H. Leibovich (judío de nacimiento y por elección).

Desde mi ignorancia cono judío no versado, estoy en un profundo desacuerdo con lo que Ud. manifiesta. ¿Quién tiene el derecho de decir que un no judío de nacimiento que haya efectuado su conversión según el movimiento reformista o conservador no es judío? Yo lo sé en primera persona, porque mi esposa es conversa y al realizar el curso de conversión tuve que participar activamente y puedo asegurar que se siguieron todos los procedimientos indicados por la halajá (bet din y mikvá incluidos). Es más. También me "convirtió" a mí, un judío asimilado absolutamente ajeno a nuestras tradiciones hasta entonces, pero con el "derecho" por el sólo hecho de haber nacido judío, de ser enterrado en un cementerio judío. Mucho más meritoria fue la actitud de quien hoy es mi esposa y mucho más "judía" desde el punto de vista de la observancia que la mayoría de los judíos "natos" del mundo.Vivimos esta situación por una triste historia del judaísmo argentino, por la cual un grupo de inadaptados "judíos" (me pregunto dónde está enterrada esa gente) utilizaba pobres mujeres a las que "convertían" para explotarlas. Nada más alejado de los procedimientos halágicos actuales del movimiento conservador -el que yo conozco de cerca- y descuento que también del reformista. Las exigencias para la conversión hoy en la Argentina son incluso superiores a las del movimiento ortodoxo, que se basa en recetas y exigencias formales más que en la inducción de una verdadera y perdurable ideología de la observancia religiosa, ética y moral de nuestro judaísmo.
Rabino Shmuel Levin. No se rasgue las vestiduras por lo que Ud. sostiene que es una violación a las leyes judaicas, porque está basándose en conceptos ya perimidos y que debieron ser superados desde hace mucho tiempo por la estática ortodoxia de nuestro país.
Mi zeide enterrado en Tablada estaría profundamente orgulloso de compartir esa última morada con mi esposa, proseguidora como nadie en mi familia de las tradiciones judías que él cuidaba.

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