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lunes, 2 de febrero de 2009

Tu Bishvat: Las raíces espirituales de la jardinería por Rav Michael Laitman

El símbolo que más se asocia con la Sabiduría de la Cabalá es el Árbol de la Vida. La Cabalá, al igual que todos los antiguos escritos, está repleta de ejemplos del reino vegetal. A través de la historia se ha echado mano de los sistemas de horticultura para ilustrar el crecimiento espiritual del hombre. Así, no es sorpresivo descubrir que la Cabalá utilice imágenes y ejemplos de nuestro mundo físico para revelarnos profundos procesos espirituales.

Esta sabiduría tiene como propósito incrementar el aspecto espiritual (interno) de nuestras vidas, dentro de nuestro trabajo y en nuestros momentos libres. Sabemos que el jardín no florece sin los fertilizantes adecuados, pero si éstos no han sido debidamente elaborados pueden convertirse en una amenaza dentro del jardín. Igualmente, la Cabalá nos enseña cómo elaborar nuestros pensamientos para convertirlos en “fertilizantes adecuados” de nuestras almas.

Este benéfico camino nos enseña todo lo que hay que saber sobre nosotros mismos, nuestras relaciones con seres queridos, amigos y, sobre todo, cómo mejorar nuestros lazos con la Naturaleza.

Horticultura Espiritual

Al igual que el árbol, para dar frutos (espirituales), y alcanzar lo antes mencionado, tú y yo debemos hacer el mismo trabajo requerido para árboles y plantas. Si fertilizamos, desherbamos y cultivamos todas las partes de nuestras almas que necesitan cultivarse, nuestra espiritualidad se intensificará y llenará nuestras vidas de gozo. Si nos esmeramos en realizar este cultivo seremos “como el árbol plantado al lado de corrientes de agua, que da su fruto en la estación y cuyas hojas no se marchitan; y serán prósperos en todo lo que emprendan” (Salmos 1:3).

Por lo tanto, ¿Qué es lo que tenemos que hacer con nuestras “plantas” internas para hacerlas crecer de manera frondosa?

Escarbar

En la espiritualidad, cavar con el azadón significa examinar el interior de nuestra alma. Según la Cabalá, sólo ahí, dentro de nosotros mismos, descubriremos por qué venimos a este mundo. Las respuestas a todas las interrogantes en nuestra vida se encuentran en lo profundo de nuestro ser. Si queremos hallarlas debemos escarbar dentro de nuestras almas para que afloren.

Extirpar las callosidades

Una callosidad es un defecto superficial. Puesto que la espiritualidad concierne a la relación de la persona con la Naturaleza, se trata de un proceso muy íntimo, por lo que es conveniente guardar nuestras reflexiones espirituales para nosotros mismos. Cuando te encuentres trabajando en tu jardín, nadie necesita saber lo que pasa por tu mente. Está bien si piensas en fertilizar si es justo lo que estás haciendo físicamente. Pero, si al mismo tiempo fertilizas tu alma, obtienes una ganancia doble: en el jardín espiritual de tu alma y en tu jardín físico. Y si deseas que los frutos espirituales sean de larga duración, guárdalos bien en tu interior.

Quitar el exceso de hojas

Mientras estudiamos la Cabalá con el fin de redescubrir la Naturaleza, nuestros esfuerzos, deseos e intenciones se llaman “hojas”. Una vez establecida esta relación con la Naturaleza, estos esfuerzos, deseos e intenciones se convierten en “frutos”. No cambiamos lo que somos, sino en lo que enfocamos nuestra atención: la espiritualidad significa enfocarse en la Naturaleza mientras que la corporalidad significa enfocarnos en nosotros mismos.

Las hojas son muy importantes. Son hermosas, nos dan sombra y protegen al fruto mientras está creciendo. Las hojas en exceso agotan el agua y la energía del árbol, pero necesitamos una cantidad suficiente para ayudar al fruto a crecer grande y jugoso.

De igual forma, cuando estás aprendiendo a ser espiritual no te asombres si no estableces una conexión con la Naturaleza rápidamente, tus “hojas internas” la están ocultando de ti. Aún cuando no estés consciente de esto, protegen los frutos que ya están creciendo en tu interior, escondidos entre el follaje.

Empolvar

Empolvar en hebreo (el lenguaje original de la Cabalá) quiere decir cubrir con polvo o arena. También significa batallar. Para relacionarse con la Naturaleza es indispensable tender un puente sobre la barrera que separa nuestro mundo del mundo espiritual. Venimos aquí totalmente centrados en nosotros mismos y para poder relacionarnos con la Naturaleza, necesitamos centrarnos en ella. Y tendremos que batallar, porque nuestra naturaleza inherente se opone a enfocarse en la Naturaleza y nos envía pensamientos contrarios. Nuestro trabajo es “cubrir con polvo” estos pensamientos y enterrarlos bajo la convicción de la importancia y el mérito de nuestra meta.

Agua

El agua existe arriba –en el cielo- y abajo –en la Tierra. Es el ingrediente principal de todo lo que tiene vida. Por tanto, no es sorpresivo que el agua represente también a la Naturaleza o más precisamente, la misericordia. Así como la Naturaleza es omnisciente, el agua también contiene toda la información en el universo. Las plantas saben cómo usar esta cualidad del agua y ésta les dice cuándo es tiempo de florecer.

Para crecer, una planta necesita sólo agua y minerales que la mayor parte de las veces extrae del agua misma. No existe otra sustancia que tenga la capacidad de ser la única causa de vida y crecimiento como el agua. El ciclo hidrológico permite al agua conectar a los mundos de “arriba” con los de “abajo”, tal como lo hace el Creador en la espiritualidad. Así, saber cuánto y cómo regar una planta es la única y más importante información que necesita el jardinero.

Ser un jardinero espiritual

De todo lo comentado, es claro que la jardinería física no es como cualquier otro pasatiempo. Es un compromiso serio de raíces profundamente espirituales. La jardinería espiritual, sin embargo, tiene el propósito más noble y puede elevar a las personas que la practican a los reinos ocultos de la existencia, donde nuestras almas se encuentran conectadas entre sí y con la Naturaleza que las creó, en amor eterno e infinito.
El Rav Dr. Michael Laitman es máster en ciber­nética, doctor en filosofía y cabala, profesor de ontología y teoría del conocimiento. Es fundador y presidente de Bnei Baruj y del Instituto ARI, en Israel. Más información en

www.kab.info

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