viernes, 14 de septiembre de 2007
Desde el instante mismo de su nacimiento, el judío es portador de una tradición. Los padres, conscientes de su obligación de proporcionar afecto, conocimiento y valores, tienen la responsabilidad de conducir al niño hacia la adultez, a fin de que sea responsable consigo mismo, con su comunidad y con el Pueblo Judío. El Brit Milá, el Pidión Habén y la imposición del nombre son algunos de los ritos que enmarcan los primeros años de la vida de un judío
Rabino Chaim Raitport: “Lo más importante es el pacto que nos une a Dios” El Brit Milá o circuncisión es el primer gran evento que ocurre en la vida de un niño judío, y es a partir de ese instante que se concreta su iniciación en el compromiso con Dios, puesto que al consumarse el pacto ordenado en la Torá, el niño se vincula automáticamente con su pueblo, con su pasado, y ello lo proyecta hacia su futuro.
En palabras del rabino Chaim Raitport, reconocido mohel de la Unión Israelita de Caracas, la circuncisión “es el pacto que Dios dio a los judíos por medio de Abraham y luego lo dio de nuevo en la Torá; es un pacto que une al judío con Dios, y el judío se entrega a él”.
“Dios dijo que el hombre ha de cumplir con este mandamiento para comprobar su fe. Esto es algo que el judío lleva con él para siempre. Hay otros ritos con los que debe cumplir el judío, como ponerse la kipá; pero cuando uno se baña o va a dormir, se quita la kipá; en cambio, la circuncisión es algo que llevas contigo todo el tiempo, y esto nos recuerda nuestra condición de judíos. Es un sacrificio de nuestro propio cuerpo para enseñar que deseamos ser parte de Dios”.
El Brit Milá invita al hombre a la perfección
De una forma muy particular, el rabino Raitport explica la importancia de la circuncisión relacionándola con la necesidad de formarnos y mejorarnos cada día más para el bien común y propio, tal como Dios quiere que sea: “Una vez, un rey preguntó a un rabino: 'Si Dios es perfecto y todo lo hace perfecto, ¿por qué nosotros tratamos de mejorar a la persona con la circuncisión?'. Entonces, el rabino le invitó a su casa a cenar para explicarle la respuesta. Ese día, el rabino sirvió lentejas y semillas crudas, ante lo que el rey preguntó: '¿Esto es comida? Hace falta prepararla, cocinarla'. Entonces el rabino respondió: 'Esto lo hizo Dios también y es perfecto; sin embargo, se lo dio al hombre para que lo mejorara'. Del mismo modo, el hombre ha de buscar durante toda su vida la manera de mejorar cada día. Así lo hace con el propio cuerpo, y la persona está aquí para mejorarse a sí misma y lo que le rodea”.
“El primer gran evento en la vida de todo varón judío ha de estar enmarcado en la mente de sus padres como el pacto que su hijo hace con Dios y que lo integra a la misión de trabajar en su nombre y cumplir sus mandatos, buscando siempre superar las deficiencias y mejorarlas cada día más”.
En la Biblia se lee claramente el mandato de Dios para el Pueblo Judío, y es precisamente esa ordenación la que da inicio a la intimidad con Dios, haciéndolo parte de Él y de su obra salvadora para siempre: “Y estableceré mi pacto entre tú y Yo, y tu descendencia después de ti en todas sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti... Este es mi pacto, que guardareis entre vosotros y Yo, y tu descendencia después de ti. Será circuncidado todo varón de entre vosotros. Circuncidareis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será señal del pacto entre vosotros y Yo” (Gen. 17:7-11).
Algunas exigencias
El acto de la circuncisión, como rito, contempla una serie de leyes que han de ser respetadas; entre ellas, que al niño se le haga su Brit Milá a los ocho días de nacido. Deberá ser un rabino ducho en la materia (mohel) quien lo practique y lo más importante es que el pacto quede sellado con la gota de sangre que se deja salir en el momento de extirpar el prepucio.
Sin embargo, hay algunas consideraciones o excepciones con respecto a la obligatoriedad de circuncidar a un niño a los ocho días, que dependerán del caso, explica Raitport. “La circuncisión es obligatoria a los ocho días de nacido el niño, pero hay una cosa que dice Dios en la Torá: 'Quiero que vivas con mis mandamientos'. Es decir, Dios quiere que vivamos con esto, no que muramos con los mandamientos u obligaciones. Si un niño nace con deficiencias de salud y se le práctica la circuncisión, lo pondríamos en riesgo, así que, en esas circunstancias, a un niño no se le puede hacer la circuncisión, hasta que esté bien fuerte y sano. Lo importante es preservar la vida del niño”.
Vigencia en el tiempo
“El pacto que se hace mediante la circuncisión -explica Raitport- se practica en el Pueblo Judío desde hace más de tres mil años. Hoy el rito sigue imperando en la tradición de todas las familias judías, ortodoxas o no. El pacto que une a sus hijos con Dios e Israel es la señal de que pertenecen a Dios y le reconocen como único en su religión”.
El rabino Raitport apunta que los padres del bebé al que se le practicará el Brit Milá deben estar conscientes de la importancia de ese rito, más allá de los nervios que puedan experimentar -sobre todo la madre-, y de que el acto de la circuncisión es necesario para sellar el pacto con Dios: “Si bien la ansiedad y el nerviosismo previo son lógicos, en el Brit Milá se celebra un hecho de alegría y emoción, ya que el pequeño de la familia ya es parte de pacto de Abraham”.
Hoy en día, las comunidades judías del mundo abrazan con gran respeto la tradición del Brit Milá, conscientes de su importancia para las familias judías y para el Pueblo de Israel: cada vez que hay una nueva circuncisión, Israel obtiene un nuevo hijo; gracias al pacto con Dios, es un nuevo miembro de su comunidad y del judaísmo.
El rito y la actualidad tecnológica
Actualmente, los avances tecnológicos y médicos facilitan la continuidad de algunas tradiciones como la circuncisión. Señala el rabino Raitport: “Hoy en día se le pueden practicar todos los exámenes necesarios al niño antes de hacerle el Brit Milá y eso es positivo. Se toma en cuenta la forma del parto, si fue por cesárea o natural; y si no fue natural, se preguntan las razones. Lo primero que se hace es chequear al niño, tanto el médico como el mohel. Nosotros somos aun más estrictos que los médicos. Hay muchos niños que, después de nacer, se ponen un poco amarillos por la bilirrubina, y nosotros no practicamos la circuncisión si el niño tiene un alto nivel de bilirrubina; en cambio, los doctores no le dan mucha importancia a eso. Para nosotros es como si no estuviera completamente sano. Siempre chequeamos que el niño esté totalmente sano y fuerte”.
La ciencia ha contribuido asimismo a la esterilización de los implementos usados: “Hace años, la forma de purificar o esterilizar los instrumentos era con alcohol o algún licor, ahora existen máquinas que esterilizan, máquinas automáticas. Asimismo, hoy existen muchos medicamentos que el mohel puede tener a la mano, en caso de necesitarlos. Hoy la ciencia dice, entre otras cosas positivas, que los niños que han sido circuncidados tienen muy bajas posibilidades de sufrir de cáncer en esa parte del cuerpo. Pero he de resaltar que esto para nosotros sólo es algo adicional; es decir, es una ventaja médica de la circuncisión, pero eso no debe significar que ahora la gente se va a circuncidar para evitar el cáncer, sino que lo más importante es el aspecto religioso, el pacto que nos une a Dios y seguir lo que él nos mandó. Lo demás es añadidura”.
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